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8 nov 2025|14 MIN.
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El ascenso del rumbo conservador de derechas en Japón. Perspectivas de liderazgo de Sanae Takaichi

Photo: AFP

El 21 de octubre de 2025, Japón tuvo por primera vez a una mujer como primera ministra. La nacionalista Sanae Takaichi asumió el liderazgo del Partido Liberal Democrático (PLD) y fue elegida primera ministra por la cámara baja tras la dimisión de Shigeru Ishiba.

La geometría política ha cambiado: la alianza de larga duración entre el PLD y su socio de coalición Komeito se ha desmoronado, y Takaichi encontró la clave de la mayoría parlamentaria mediante el apoyo del más radical Partido de la Innovación de Japón (Ishin). Esto abre una “ventana de oportunidad” para un rumbo conservador de derechas, pero hace que el poder sea frágil. El apoyo de Ishin refuerza ideológicamente el giro derechista, al tiempo que aumenta el riesgo de turbulencias en la coalición y de pruebas anticipadas en el parlamento.

El auge de la línea conservadora de derechas no es un fenómeno personalista, sino el resultado de la superposición de tres tendencias. En primer lugar, la turbulencia en materia de seguridad en Asia Oriental (Corea del Norte, el estrecho de Taiwán, el comportamiento cada vez más agresivo de China) desplaza el centro de gravedad de la política japonesa hacia la “fuerza dura” y la revisión de las limitaciones de la era de posguerra. En segundo lugar, la fragmentación interna del panorama partidista tras las derrotas del PLD y la salida de Ishiba ha creado espacio para una nueva configuración del bloque de derechas encabezado por Takaichi. En tercer lugar, el “retroceso hacia el orden” sociocultural —una reacción a la experiencia de la pandemia, la presión inflacionaria y el miedo a la estancación económica— legitima las recetas conservadoras.

La aparición de Takaichi cristaliza estos procesos, pero también genera riesgos: desde la inestabilidad de la coalición y la tensión con Pekín hasta la prueba de la gobernabilidad económica en caso de expansión fiscal.

Quién es Sanae Takaichi

Sanae Takaichi, de 64 años, pertenece al ala derecha del gobernante Partido Liberal Democrático. Ha ocupado en varias ocasiones cargos clave en el gobierno, principalmente como ministra del Interior y ministra de Seguridad Económica, ganándose la reputación de gestora experimentada en los ámbitos económico y de seguridad.

Antigua aliada de Shinzo Abe, Takaichi trabajó varias veces en sus gobiernos. Ha declarado abiertamente que se considera continuadora del rumbo de Abe. En su última campaña insistió en que su política económica seguiría siendo similar a la “abenomía”, y el mercado incluso empezó a hablar de la “sanaenomía” como su variante de la abenomía.

Takaichi aboga por un estímulo fiscal ampliado, la reducción de impuestos y una fuerte influencia del gobierno en la política monetaria. Al mismo tiempo, su estrategia económica tiene un matiz nacionalista: el gobierno ha anunciado una política de “seguridad económica”, centrada principalmente en reducir la dependencia de suministros externos en tecnologías estratégicas y en proteger sectores clave. Este concepto suele formularse como “soberanía mediante la capacidad”, respaldado por planes para aumentar considerablemente el presupuesto militar (con el compromiso de alcanzar el 2% del PIB en defensa), desarrollar tecnologías y recursos energéticos nacionales, y poner énfasis en preservar la identidad cultural. En general, intenta combinar por primera vez el nacionalismo económico con la expansión de la inversión estatal, desarrollando de manera coherente la línea de Abe hacia una “Japón fuerte”.

En el plano ideológico, Takaichi pertenece al ala nacionalista-conservadora. Es conocida su colaboración con círculos de extrema derecha, en particular su vinculación con “Nippon Kaigi” (“Conferencia de Japón”), la mayor organización nacionalista del país. Ha realizado gestos simbólicos dirigidos a satisfacer al electorado conservador de derechas: visita regularmente el controvertido santuario sintoísta Yasukuni e insiste en revisar el artículo 9 pacifista de la Constitución (el Estado renuncia a la guerra como derecho soberano, no mantiene fuerzas armadas con “potencial bélico” y busca la paz internacional). Takaichi apoya públicamente el fortalecimiento del ejército y la capacidad defensiva de Japón, llegando incluso a proponer una alianza “semidefensiva” con Taiwán. También defiende la protección de los “intereses nacionales”, por ejemplo, la dureza frente a la inmigración y el énfasis en la independencia económica, lo que sus oponentes califican a veces de retórica antiglobalista.

En cuestiones sociales, Takaichi muestra un conservadurismo clásico. Se opone firmemente a la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo y a las iniciativas legislativas que permitirían a las parejas tener apellidos diferentes. Como exministra de Igualdad de Género, defiende un modelo familiar patriarcal: considera que el hombre debe seguir siendo el cabeza de familia y la mujer mantener el orden “tradicional”. En particular, Takaichi ha defendido la regla del apellido común como base de la “unidad familiar”. Este conservadurismo respecto al papel de la mujer provoca una sensación de paradoja: el gabinete que ha formado incluye solo a dos mujeres de 16 ministros, a pesar de que había prometido un “nivel noruego” de representación.

El estilo político de Takaichi se caracteriza por su dureza y falta de compromiso. Ya en 2016, cuando era ministra del Interior, declaró que podía retirar la licencia a las cadenas de televisión y radio por una cobertura “parcial” o crítica del gobierno. Esta afirmación generó preocupación por la libertad de expresión en Japón. Al mismo tiempo, Takaichi construyó su imagen de “Dama de Hierro”: durante la campaña electoral prometió “trabajar, trabajar y trabajar” por la recuperación de la prosperidad del país. Para asegurar la mayoría parlamentaria, Takaichi formó una coalición con el partido de extrema derecha Ishin, acordando un rumbo común en materia de seguridad y energía.

Motores estructurales del giro conservador de derechas

El giro conservador de derechas en Japón tiene tres impulsores interrelacionados —de seguridad, institucional-parlamentario y social—, y es precisamente su acción simultánea la que ha hecho posible y políticamente rentable el liderazgo de Sanae Takaichi.

El primero es el arco de seguridad que va desde la península de Corea hasta el estrecho de Taiwán y el mar de China Oriental. Bajo la presión del programa de misiles de Corea del Norte y la creciente actividad agresiva de China alrededor de las islas Senkaku, Japón fijó oficialmente desde 2022, en su actualizada Estrategia de Seguridad Nacional, el rumbo hacia la capacidad de lanzar contraataques (counterstrike capabilities) sobre bases enemigas en caso de ataque. Esto normaliza de hecho lo que la derecha llevaba tiempo promoviendo como “ataques preventivos” y, lógicamente, alimenta el debate sobre la revisión del artículo 9 de la Constitución para eliminar las ambigüedades legales en torno a las Fuerzas de Autodefensa. Este rumbo se ha concretado no solo políticamente, sino también técnicamente: está plasmado en los documentos básicos del gobierno y confirmado con pasos prácticos de rearme.

En este contexto, no sorprende que los choques con Pekín sean cada vez más frecuentes. El año 2024 fue récord por la presencia de buques de la Guardia Costera china en la zona adyacente a las Senkaku, y en 2025 la Guardia Costera japonesa registró series continuas de “visitas” y largas guardias de buques chinos que periódicamente entran en aguas territoriales, una tendencia que Tokio acompaña con protestas diplomáticas y el aumento del presupuesto de seguridad marítima. Todo esto hace que el marco “halcón” de Takaichi no sea meramente ideológico, sino más bien una respuesta al cambio del equilibrio de poder en la región.

El segundo impulsor es la geometría parlamentaria. El PLD se ha visto amenazado por una minoría crónica en ambas cámaras y la necesidad de formar rápidamente un nuevo apoyo para el gobierno. La solución fue un acuerdo con el más derechista “Partido de la Innovación de Japón” (Ishin), que garantizó los votos para elegir a la primera ministra y respaldar el programa legislativo, aunque sin la entrada de Ishin en el gabinete. Formalmente, esto da al PLD margen de maniobra y mantiene la monoliticidad del poder ejecutivo, pero en la práctica aumenta el riesgo de que la estructura sea poco duradera. La ausencia de carteras para el socio implica menos instrumentos de disciplina, pero más palancas de presión pública sobre la primera ministra desde el ala derecha en cuestiones de impuestos, gasto en defensa y reforma constitucional. Es decir, el propio diseño de la coalición empuja al gobierno hacia posturas más duras, y Takaichi, como política de la “escuela Abe”, se aprovecha de ello, aunque el precio sea una potencial ciclicidad de crisis gubernamentales.

El tercer factor es la presión populista de derechas “desde abajo”, que legitima electoralmente el rumbo derechista y reduce el espacio para compromisos centristas. Fue sintomático el avance del partido “Sanseito” en las elecciones a la cámara alta del 20 de julio de 2025: 14 nuevos escaños y un alto porcentaje nacional de votos para una fuerza derechista con retórica antiglobalista y antiinmigración. Para el PLD esto supone una doble señal. Por un lado, el electorado de derechas está movilizado y quiere una agenda más “dura”. Por otro, la fórmula tradicional de coalición con Komeito pierde energía electoral, empujando al partido gobernante a buscar aliados más a la derecha y una retórica de “seguridad ante todo”, que encarna Takaichi.

Como resultado, se da una rara convergencia de amenazas y estímulos institucionales. El comportamiento de escalada de China en el mar y el aire eleva el coste del pacifismo, la nueva configuración parlamentaria recompensa una agenda más derechista, y el éxito electoral de los populistas de derechas marca el umbral mínimo de expectativas de la sociedad hacia el gobierno.

La economía de la fuerza

En sus primeros días, Sanae Takaichi prometió llevar a cabo una “política fiscal proactiva y responsable”. Tiene ante sí la tarea de apoyar la economía afrontando al mismo tiempo los problemas derivados de la enorme deuda pública de Japón. La inflación al consumo se mantiene en torno o por encima del objetivo del Banco de Japón del 2% desde hace más de tres años. Mientras tanto, el banco central eleva gradualmente los tipos de interés, aumentando el coste de los préstamos para el gobierno.

Takaichi propone un amplio paquete de estímulos, superior a los ~92.000 millones de dólares del año pasado, para amortiguar la presión inflacionaria e impulsar la inversión en sectores estratégicos (chips, IA, energía). Entre sus principales medidas contra la inflación, Takaichi planea eliminar rápidamente el impuesto temporal sobre la gasolina. El paquete incluirá subvenciones para el pago de electricidad y gas durante el invierno, así como ayudas regionales para aliviar la presión de los precios. También incentiva a las pequeñas y medianas empresas a aumentar los salarios y la inversión de capital.

Takaichi ha adelantado públicamente el plazo para alcanzar un gasto en defensa del 2% del PIB, pasando de 2027 a marzo del ejercicio fiscal de 2026, transformando el presupuesto de defensa de un “símbolo” en una palanca de política industrial: contratos de larga duración para la construcción naval, programas de misiles, defensa antiaérea, capacidades cibernéticas y espaciales. A corto plazo, esto significa adelantar las compras (acelerando los pagos y localizando componentes), es decir, trasladar la mayor parte de las adquisiciones de defensa al inicio del ciclo presupuestario para acelerar la modernización del arsenal, la firma de contratos y el inicio de la producción. A medio plazo, supone la creación por parte de Japón de sus propias capacidades de “contraataque” con alcance ofensivo, previstas ya en los documentos estratégicos de 2022, pero ahora respaldadas por financiación. Para las empresas, esto es de hecho una estrategia industrial a través de la defensa; para la política, una señal a los aliados y oponentes en la región.

En conjunto, se configura una arquitectura integral de una “economía de poder”. Un estímulo fiscal para los sectores de doble uso, una aceleración hacia el 2% como multiplicador industrial y una válvula de exportación cada vez más amplia para los productos de defensa. El cambio de ánimo en los mercados dependerá del ritmo de salida de la política monetaria ultraflexible y de hasta qué punto el gobierno logre equilibrar el aumento del gasto con la confianza en los instrumentos de deuda. Pero en el sentido estratégico, la dirección de Takaichi ya es clara: la economía debe servir a la capacidad de defensa, y la capacidad de defensa debe convertirse en el motor de una nueva industrialización.

Política exterior. EE. UU., China, Taiwán... y dónde está la “ventana” para Kiev

Para Takaichi, el primer examen es Washington, y por ahora parece que lo ha superado con éxito. Con una segunda administración Trump, Japón obtiene una Casa Blanca ideológicamente afín, con una retórica dura sobre la migración y la exigencia a los aliados de “pagar más”, pero al mismo tiempo una diplomacia altamente personalizada, donde la confianza del líder determina el resultado. Por ello, Tokio está construyendo un temprano “corredor de influencia” hacia el presidente. La primera ministra sincroniza su mensaje de aumento del gasto en defensa, ofrece gestos comerciales simbólicos y apela a la nostalgia del “canal Abe–Trump”, mostrando afinidad política y disposición a coordinar temas de minerales críticos, construcción naval e industria de defensa.

Los contactos iniciales parecen exitosos. El 28 de octubre, durante su visita a Japón, Donald Trump y Sanae Takaichi firmaron un Gran Acuerdo (GREAT DEAL) destinado a inaugurar una “nueva edad dorada” de la alianza entre ambos países. Este acuerdo, cuyos detalles aún no se han revelado, permitirá a EE. UU. y Japón reforzar su seguridad económica y fomentar su crecimiento. Asimismo, ambos países firmaron un acuerdo marco de cooperación en el ámbito de los minerales raros y críticos. Según el acuerdo, Washington y Tokio colaborarán para asegurar sus reservas nacionales y conjuntas de estos minerales mediante inversiones compartidas en extracción y cooperación en la identificación de yacimientos, así como en la creación mutua de reservas. Además, unas 20 empresas de Japón y Estados Unidos manifestaron su interés en proyectos que podrían contribuir al compromiso de Tokio de invertir 550.000 millones de dólares en EE. UU.

Durante la reunión, Takaichi ofreció a Trump una recepción lujosa, entregándole varios regalos, entre ellos algunos palos de golf que Trump y Shinzo Abe usaron durante una partida conjunta en 2017. Además, Takaichi anunció la nominación de Trump al Premio Nobel de la Paz. Trump elogió los obsequios y afirmó que Takaichi “se convertirá en una de las grandes primeras ministras”.

El segundo ámbito es China. Pekín recibió la llegada de Takaichi con nerviosismo, y es comprensible: su reputación de “halcón”, su apoyo a la revisión constitucional, su énfasis en los contraataques y su apoyo abierto a Taiwán conforman un panorama inquietante para China. Los medios y portavoces oficiales chinos ya han instado a Tokio a “cumplir sus compromisos políticos sobre Taiwán”, mientras que los analistas occidentales señalan la irritación de Pekín ante su línea “pro-Taiwán”. En la práctica, esto implicará tensiones cíclicas en torno a las islas Senkaku y posibles incidentes aéreo-navales en el mar de China Oriental, a los que Tokio responderá mostrando sus capacidades. El riesgo es que esta competencia se traslade al ámbito económico, pero también ahí Japón se “asegura” mediante su política de seguridad económica.

El tercer frente es Taiwán. Para el actual gobierno japonés no es una abstracción, sino una cuestión de seguridad directa. Es precisamente aquí donde podría surgir la primera “tectónica” con Washington. Si la Casa Blanca intenta aliviar parte de la presión sobre China a cambio de un “gran acuerdo” comercial, Tokio insistirá en mantener una línea dura respecto a la planificación defensiva en torno a la isla y en la participación de los aliados en la disuasión. Para Takaichi, esto será una prueba no solo de su capacidad para agradar a Trump, sino también de influir en sus prioridades.

¿Dónde está la “ventana” para Kiev? En primer lugar, la política hacia Ucrania es para Tokio una prueba de confianza ante EE. UU. y Europa. Japón mantiene la presión sancionadora sobre Rusia, amplía su ayuda macrofinanciera, humanitaria y militar no letal (desminado, comunicaciones, servicios de defensa aérea) y lo hará con más intensidad como contribución al “frente occidental”, que indirectamente contiene a Pekín.

En segundo lugar, la aceleración hacia el gasto en defensa del 2% del PIB y la liberalización de las exportaciones crean nuevos canales de apoyo “indirecto” mediante la reposición de arsenales de EE. UU. y sus aliados, que ya suministran armas a Ucrania, y la expansión de las líneas de producción en Japón bajo licencias asociadas. Esto no significa un levantamiento rápido de la prohibición de exportar armas letales, pero sí abre espacio para esquemas trilaterales “Japón–socio–Ucrania”, en los que Tokio apoya formalmente a un aliado y Kiev obtiene un efecto tangible en el campo de batalla.

En tercer lugar, la “economía de la seguridad” ofrece a Ucrania una ventana en la reconstrucción, concretamente en inversiones en transporte, infraestructuras críticas, ciberseguridad y resiliencia energética, con instrumentos de seguro y garantías estatales japonesas, donde Kiev puede vincular rápidamente a JETRO/METI (el Ministerio de Economía, Comercio e Industria de Japón y la Organización Japonesa de Comercio Exterior) a proyectos concretos y localizar parte de la producción para el mercado europeo.

Pronóstico para la política de Japón (2025–2027)

La vía japonesa en la era de Takaichi ya no es solo un gesto de solidaridad con Ucrania, sino un elemento de su gran estrategia de “economía del poder” y de una alianza reconfigurada con Occidente. Tras la liberalización de las normas de exportación de material de defensa en diciembre de 2023, Tokio abrió una válvula que permite reponer los arsenales de los aliados con productos terminados fabricados bajo licencias extranjeras: los primeros fueron los Patriot para Estados Unidos, y a continuación se plantea la ampliación de la gama y de las líneas de producción. Esto crea un canal indirecto de apoyo a Ucrania. Cuando los arsenales estadounidenses se reponen con la participación de Japón, Kiev obtiene más margen para sus propios paquetes con Estados Unidos y Europa. Bajo Takaichi, este mecanismo no solo se mantendrá, sino que se convertirá en parte de la “normalidad” de la política japonesa, ya que alimenta al mismo tiempo el ecosistema industrial-defensivo interno y consolida el papel de Japón en el “club defensivo” de las democracias.

En el ámbito financiero y humanitario, Tokio ha ido incrementando de forma constante su peso: según el Centro de Estudios Orientales, la ayuda ya concedida a Ucrania supera los 15.000 millones de dólares, con otros 3.500 millones adicionales anunciados, centrados en macrofinanzas, reconstrucción, desminado, ciberdefensa y necesidades “no letales” del sector de seguridad. Paralelamente, Japón aporta de manera estable fondos a los mecanismos de la OTAN en apoyo a Ucrania. El resultado es un caso poco común de donante extratlantista que cubre simultáneamente los déficits “presupuestarios” y “tecnológicos” de Kiev sin rebasar sus propias limitaciones jurídicas.

Sin embargo, la política de sanciones japonesa también tiene sus límites. En septiembre, el gobierno redujo el techo nacional del precio del petróleo ruso a 47,60 dólares por barril, alineándose con la decisión de la UE, y reforzó las medidas de exportación y financieras. Pero Tokio no puede “cortar” completamente el vínculo energético con Moscú: los contratos a largo plazo de GNL con Sakhalin-2, que se extienden hasta 2028–2033, son un seguro frente al coste de la electricidad y a la competitividad industrial. Esta excepción no destruye el marco sancionador, pero sí establece límites a la velocidad de su radicalización. Para Kiev, esto significa algo simple: su argumentación con Tokio debe tener en cuenta el equilibrio entre la firmeza de los principios y la estabilidad energética de su socio; de lo contrario, Ucrania debilita su propio caso.

Dada la configuración política interna de Tokio y los desafíos externos, lo más probable es que Japón mantenga sanciones firmes, aumente su contribución a la resiliencia de Ucrania mediante capacidades defensivas no letales y herramientas financieras, y al mismo tiempo acelere la participación empresarial en la reconstrucción —ingeniería mecánica, transporte, infraestructura “verde”, agrotecnología— bajo garantías de agencias estatales. El componente letal seguirá fuera de los límites permitidos, pero los mecanismos indirectos de “intercambio” a través de los aliados se convertirán en un sistema establecido. Si los aliados de derecha de Takaichi en el parlamento impulsan una mayor desregulación de las exportaciones, o si Washington envía una señal directa sobre la necesidad de cerrar cuellos de botella críticos en la producción de defensa aérea y municiones en la región indopacífica, podría producirse una aceleración.

¿Qué debe hacer Kiev, en la práctica, para que la “ventana de Takaichi” dé resultados?

Primero, formular las solicitudes a los instrumentos japoneses de modo que cada dólar tenga un doble efecto: reforzar la resiliencia ucraniana y, al mismo tiempo, fortalecer las cadenas de valor japonesas. Esto se aplica al mantenimiento y modernización de la defensa aérea, soluciones antidrones, desminado y ciberdefensa, ámbitos en los que Tokio ya está dispuesto a ampliar sus compromisos.

Segundo, estructurar acuerdos trilaterales con EE. UU. y europeos conforme a las nuevas normas de exportación japonesas, pasando de las “excepciones al tabú” de casos aislados a una logística consolidada. Y por último, formular correctamente la narrativa: la contención de Rusia no es una “misión del bien” eurocéntrica, sino una inversión de Japón en la seguridad del Indo-Pacífico y en la estabilidad de las cadenas de suministro de las que depende su propia prosperidad. En este marco, cada decisión de Tokio respecto a Ucrania deja de ser altruismo y se convierte en una política racional que el gobierno de Takaichi podrá defender en casa y ampliar al exterior.


Artículo analítico preparado por Kateryna Vodzinska, experta del centro de estudios Resurgam en Asia Sudoriental y China.

El autor del artículo:
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