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11 feb 2025|7 MIN.
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Las figuras están colocadas: todo comenzó en Múnich, todo debe terminar en Múnich. La única cuestión es cómo y en qué dirección

Michaela Stache (AFP)

*Moscovia – el nombre histórico y correcto de la Federación Rusa

En la Conferencia de Múnich de 2007, el criminal de guerra Putin pronunció la continuación de su discurso de 2005 sobre un mundo injusto y el colapso de la Unión Soviética como la mayor «tragedia» geopolítica del siglo pasado. Es evidente que esta declaración incluía tanto la visión personal de Putin como sus objetivos futuros. Desde aquel discurso, que el mundo occidental no percibió como una amenaza, comenzó el avance de Putin hacia la «restauración de la Unión Soviética».

El 15 de febrero de 2025, la Conferencia de Seguridad de Múnich iniciará una nueva sesión de debates. Pero lo más importante no es la discusión en sí, sino las decisiones necesarias que podrían tomarse, o no.

Lo que se decida determinará el futuro no solo de Ucrania, sino también de Europa y Estados Unidos. También definirá qué paralelismos históricos se trazan en el futuro: si con la Conferencia de Teherán de 1943 o con la Conferencia de Yalta de 1945.

La partida ha comenzado… Las figuras han hecho sus primeros movimientos.

Existen dos «zonas» donde se están llevando a cabo combates preparatorios no públicos:

La primera zonaes el intento de implementar un bloqueo total de la flota oscura de Moscovia en el Báltico.

Esta idea es promovida por los países escandinavos y bálticos. Parte de la estrategia, con toda probabilidad, fue publicada deliberadamente en un artículo de Politico para dificultar su implementación.

El contenido de la propuesta de los países del Mar Báltico es simple: bloquear la flota oscura (petroleros) en el Báltico, cortando así de inmediato un porcentaje significativo de las exportaciones de petróleo con las que Moscovia financia su economía de guerra.

Sin embargo, para lograrlo, los países bálticos y escandinavos necesitan dos factores: una mayoría de países que apoyen la medida y una decisión colegiada de la UE.

Si la mayoría de los países respaldan la idea, se podrá ejercer presión conjunta sobre Hungría, que sin duda bloqueará cualquier sanción contra Moscovia.

Dinamarca, Suecia y Finlandia han dado los primeros pasos: desde declaraciones oficiales, el corte de redes eléctricas y negociaciones hasta un enfoque informativo centrado en las acciones de Moscú dentro de su guerra híbrida contra los países bálticos (roturas de cables, violaciones del espacio aéreo, entre otros). El objetivo es demostrar que Moscú ya está en guerra contra los países de la OTAN. Puede que no sea una guerra de confrontación directa, pero es una guerra híbrida.

Moscú también ha hecho sus movimientos: ha lanzado una campaña informativa sobre la «desescalada» en el Báltico, negando su implicación, insistiendo en la casualidad y manipulando titulares sobre las «roturas» (en realidad, reparaciones) de los cables de Rostelecom.

El propósito de esta campaña es crear la imagen de que no hubo «sabotajes», que Moscú no está librando una guerra híbrida y que todo se debe a la «rusofobia» de los países escandinavos y bálticos. Para ello, Moscú promueve la manipulación a través de los medios occidentales, fusionando un caso aislado de rotura de cables en Noruega con otros cuatro incidentes de sabotaje.

El objetivo final es debilitar los argumentos de los países bálticos y escandinavos ante otros miembros de la UE, de modo que «las sanciones severas contra la flota oscura de petroleros de Moscovia en el Báltico» no sean vistas como una respuesta legítima a las acciones de sabotaje de Moscú. En su lugar, busca crear una situación informativa de «no todo es tan claro». La lógica es sencilla: poner en duda casos evidentes de sabotaje para privar a estos países de argumentos.

La segunda zona es la continuación del apoyo militar de Estados Unidos en el futuro.

El primer paso lo dio Ucrania el año pasado, cuando, a través de Lindsey Graham, propuso a Trump la opción de «recursos minerales para EE.UU.». Y parece que este es el único mecanismo efectivo que, por un lado, puede salvar la «imagen de Trump», ya que podría vender el cambio de su opinión y promesas a su electorado como un acuerdo beneficioso —EE.UU. recibiría dinero y recursos—, y por otro lado, permitiría a Ucrania obtener una serie de decisiones necesarias para seguir debilitando a Moscú y fortalecer su posición negociadora.

Y en este frente tuvo lugar la primera batalla.

Tucker Carlson, sin una razón aparente (o sin que se sepa qué lo catalizó), difundió la narrativa moscovita de que la mitad de la ayuda estadounidense supuestamente fue vendida por Ucrania a los cárteles de la droga mexicanos. Una manipulación evidente, donde Carlson vinculó a Ucrania con el problema mediático más candente en EE.UU.: los migrantes y los cárteles. Pero ¿por qué ahora? La respuesta llegó unas horas después. La respuesta era qué iniciativa exacta intentaba sabotear Tucker Carlson.

Se supo que el republicano Joe Wilson presentó en el Congreso un proyecto de ley. La esencia del proyecto es «darle a Trump el derecho de transferir a Ucrania armas para la victoria en forma de préstamo o programa de arrendamiento (Lend-Lease)».

El objetivo de este proyecto de ley es proteger a Trump de posibles consecuencias si la transferencia de armas reduce la capacidad de defensa de EE.UU. o requiere ignorar leyes sobre la protección de tecnologías críticas.

Por supuesto, sin una orden de la Casa Blanca, el presidente de la Cámara, Mike Johnson, no someterá esta cuestión a votación. Y si esta orden llegará o no, se decidirá en reuniones a lo largo de esta semana.

Por eso, Tucker, como uno de los lobbistas de Moscovia, amante de los supermercados moscovitas y representante del ala favorable al Kremlin en la Casa Blanca, simplemente quería obstruir el proceso y neutralizar a Wilson.

Debéis entender la situación:

Trump no tiene una estrategia integral sobre las cuestiones estratégicas clave. La política de Trump es un conjunto de decisiones caóticas y situacionales basadas en su percepción del momento. Y esta percepción la moldean las personas que lo rodean, las cuales incluyen distintos grupos de influencia: desde aquellos que están dispuestos a apoyar a Europa y Ucrania hasta los que abogan por un «reinicio» de relaciones con Moscú a través de la legitimación de anexiones.

Mientras tanto, la próxima batalla comenzará hoy con la reunión entre el vicepresidente Vance y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.

Y hasta el 15 de febrero habrá una serie de eventos interesantes, de los que hablaremos a medida que ocurran.

La batalla por el futuro de Europa continúa…

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