China, Xi Jinping y la gran reorganización política
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Historia y contexto del PCCh
Para entender cómo funciona el PCCh hay que mirar su historia. En su desarrollo, el PCCh ha pasado por varias etapas clave. Desde la lucha contra los nacionalistas y las transformaciones radicales bajo Mao Zedong, hasta las reformas de Deng Xiaoping, que cambiaron el país manteniendo el control de partido único y garantizando un crecimiento económico estable. Tras la disolución de la URSS en 1991, el partido sacó conclusiones de la experiencia ajena y se centró en reforzar su propio poder, sin permitir una liberalización política que pudiera poner en peligro su monopolio. En las décadas de 1990 y 2000 se estableció un sistema de liderazgo colectivo, en el que los dirigentes se alternaban cada dos mandatos, manteniendo la continuidad del rumbo iniciado por Deng Xiaoping. Sin embargo, en los últimos años se ha producido un nuevo giro: tras la elección de Xi Jinping como secretario general en 2012, el partido volvió a un estilo de gobierno más centralizado y personalista. El cargo más alto del partido es el de secretario general del Comité Central del PCCh, que es el líder de facto del país. También encabeza las estructuras más influyentes, ocupando el cargo de presidente de la Comisión Militar Central del PCCh, órgano a través del cual el partido ejerce control sobre el Ejército Popular de Liberación de China. En esencia, se trata del alto mando supremo del partido: el presidente del PCCh es también el presidente de la CMC, es decir, el comandante en jefe de las fuerzas armadas. Existe una homónima Comisión Militar Estatal de la República Popular China, pero es la CMC del partido la que define la política militar, garantizando el principio de supremacía del partido sobre el ejército. Es decir, la estructura organizativa del PCCh asegura la concentración de poder en la cúpula del partido y la penetración del control partidario en todas las instituciones estatales.
Xi Jinping ha concentrado gradualmente en sus manos más poder personal que cualquiera de sus predecesores desde Mao, e incluso ha renunciado a la práctica de designar a un sucesor claro para el futuro. En 2018 se eliminó el límite de dos mandatos para el cargo de jefe de Estado, lo que abrió la vía a un mandato de Xi de facto indefinido.
Xi Jinping fue reelegido oficialmente para un tercer mandato sin precedentes como secretario general del Partido Comunista de China. Photo: Marko Djurica
Problemas internos del PCCh y su impacto en el Estado
Los problemas a los que se enfrenta el PCCh son bastante claros para todos nosotros. La corrupción ha representado tradicionalmente un serio desafío para el PCCh y para el Estado chino, especialmente desde el periodo de reformas económicas, cuando aumentaron las oportunidades de abuso de poder. En el partido surgieron periódicamente escándalos de corrupción que involucraban a altos funcionarios, lo que socavaba su autoridad. Con la llegada al poder de Xi Jinping se puso en marcha una campaña anticorrupción sin precedentes, la mayor en toda la historia de la República Popular China. Xi Jinping proclamó el lema de luchar tanto contra los “tigres” como contra las “moscas”, refiriéndose a la persecución implacable tanto de altos cargos como de pequeños funcionarios implicados en sobornos. En los primeros años de la campaña, decenas de influyentes figuras y miles de funcionarios menores fueron investigados; la mayoría de ellos fueron destituidos y procesados por soborno o abuso de poder. Hasta 2023, alrededor de 2,3 millones de funcionarios de distintos niveles fueron investigados y castigados: una escala de purgas sin precedentes que se convirtió en la “seña de identidad” de la política de Xi. Por primera vez en muchas décadas, miembros de la más alta dirección se vieron afectados. Se abrieron procesos penales contra varios exmiembros del Comité Central y del Politburó. El caso más sonado fue el de Zhou Yongkang, exmiembro del Comité Permanente del Politburó (de facto uno de los dirigentes del Estado), condenado a cadena perpetua por corrupción.
El exministro de Seguridad de China fue condenado a cadena perpetua. https://www.bbc.com/ukrainian/politics/2015/06/150611_china_sentence_hk
Dificultades económicas y el papel del partido en superarlas
En los últimos años, China se enfrenta a notables problemas económicos que ponen a prueba la capacidad del PCCh para gobernar eficazmente el país. Las tasas de crecimiento, antes impresionantes, han dado paso a una desaceleración económica. Entre las causas se encuentran factores estructurales, como el envejecimiento de la población y la saturación del mercado, así como factores externos, como las tensiones comerciales con Estados Unidos. El problema más grave ha sido la crisis del mercado inmobiliario. El auge de la construcción, que duró muchos años y representaba una parte importante del PIB (alrededor de una cuarta parte de la economía), llevó al sobrecalentamiento del sector. Así, el que antes era un motor de crecimiento —el sector de la construcción— se convirtió en un factor de riesgo para la estabilidad económica de China.
En la foto, complejos residenciales inacabados en la provincia china de Shaanxi, que ilustran la crisis del mercado inmobiliario. Tras la quiebra del gigante constructor Evergrande en 2021, este sector entró en un fuerte declive. Según estimaciones de agosto de 2023, en el país se habían acumulado unas 7,2 millones de viviendas nuevas sin vender. Photo: Reuters
Constitucionalmente, en China existen varios “partidos democráticos”, pero no son de oposición y actúan bajo el control de un único Frente, encabezado por los comunistas. Todos los poderes del Estado, los medios de comunicación, el sistema judicial, el ejército y el aparato de seguridad están bajo el control de la dirección del partido. Bajo el mandato de Xi Jinping, este control se ha intensificado, el régimen se ha vuelto aún más autoritario y represivo, y el partido regula estrictamente la vida de la sociedad: desde la censura en internet y la ideología en las universidades hasta la represión de las más mínimas manifestaciones de disidencia.
En ausencia de oposición extraparlamentaria, la principal intriga política solo es posible dentro del PCCh, y los cambios en la dirección del partido pueden influir significativamente en el rumbo del país. Por ejemplo, la llegada al poder de Xi Jinping marcó el fin del antiguo principio de gestión colegiada y el paso a la concentración del poder en manos de una sola persona. Además, el nuevo Comité Permanente del Politburó está compuesto exclusivamente por allegados de Xi, sin representantes de los llamados sucesores de la vieja guardia.
¿Qué esconden las declaraciones de Pekín?
En los últimos acontecimientos en las altas esferas del poder en China, han surgido oleadas de especulación sobre si el control de Xi Jinping sobre el timón del poder no está debilitándose. El Politburó del Partido Comunista de China hizo públicas declaraciones formuladas de manera inusual, y de algunos puestos clave fueron apartados ciertos aliados del propio Xi. Estas señales pueden indicar una lucha interna por la influencia. Al mismo tiempo, su interpretación no es unívoca: los expertos están divididos sobre si esto evidencia un debilitamiento de la posición de Xi o, por el contrario, una nueva fase de consolidación del poder.
En la reunión del Politburó del 30 de junio, la dirección china utilizó una serie de frases codificadas que llamaron la atención. En particular, se hicieron llamamientos para “reforzar la coordinación de políticas” y para un “proceso de revisión” de las tareas principales. A primera vista, tales formulaciones suenan como la intención del centro de garantizar la ejecución de sus programas a nivel local. Sin embargo, los detalles de la declaración insinúan un trasfondo más profundo. El Politburó señaló que los órganos especializados del Comité Central del partido —esas mismas comisiones influyentes que actualmente están dirigidas por personas de confianza de Xi— deben centrarse en la “dirección y coordinación de las principales iniciativas” y “evitar interferir en las responsabilidades de otros o exceder sus competencias”. Este consejo inusual parece una advertencia velada dirigida al propio Xi, a quien se le reprocha la usurpación de un poder excesivo.
Esta interpretación se ve reforzada por el contexto: la tradicional opacidad en la toma de decisiones en la alta dirección de la RPC obliga a leer entre líneas las declaraciones oficiales. Ahora, las élites del partido parecen enviar señales sobre la necesidad de frenar la concentración unipersonal de poderes. En otras palabras, el propio mecanismo de dirección colectiva del Partido Comunista podría estar intentando limitar el poder absoluto de un solo líder.
Se puede decir que hoy el poder de Xi Jinping parece monolítico y exteriormente inquebrantable. Sin embargo, esta estabilidad es más bien una coraza firme que una garantía de longevidad. La perspectiva a medio plazo es mucho más compleja: la determinará la capacidad de la dirección para superar los problemas económicos y sociales acumulados. Si la economía china no vuelve a un crecimiento firme, esto ralentizará significativamente el avance hacia la hegemonía mundial del país, y los problemas internos del partido comenzarán a convertirse en grandes escándalos, lo que a su vez entraña un gran riesgo reputacional para el régimen. Un sistema en el que todas las decisiones importantes se toman a puerta cerrada crea el caldo de cultivo para intrigas internas y redistribución de influencia. Para mantener el control, el líder tendrá que combinar métodos duros y represivos con pasos reales para resolver los problemas económicos y sociales que preocupan tanto al pueblo como a la élite.
Los próximos años serán una especie de prueba de la flexibilidad del régimen. ¿Podrá Pekín encontrar nuevos motores de crecimiento económico, reducir la tensión social y evitar errores de gestión que puedan socavar la autoridad de Xi desde dentro? Para mantener al país en la senda de la estabilidad y el desarrollo, Xi tendrá que equilibrar entre la firmeza y la adaptabilidad, entre el control y la flexibilidad. Y del éxito de este equilibrio dependerá el futuro de China en la próxima década.
¿Irá Pekín hacia la escalada para lograr la consolidación interna?
En el contexto de la desaceleración de la economía china y del estricto control sobre las élites, surge la pregunta de si Xi Jinping podría provocar deliberadamente una crisis militar en torno a Taiwán para reforzar el apoyo interno. Por un lado, es evidente que Pekín percibe una “ventana de oportunidad que se está cerrando”, y el propio Xi ha ordenado al Ejército Popular de Liberación estar preparado para un escenario de fuerza contra Taiwán antes de 2027. En esta interpretación, la presión del tiempo empuja al líder chino hacia la opción de la “reunificación” por la fuerza antes de que Pekín pierda condiciones favorables. Por otro lado, históricamente el PCCh no ha recurrido a “guerras de distracción” para resolver problemas internos. Los problemas económicos actuales de China, aunque graves, no son todavía tan dramáticos como para obligar al régimen a arriesgarlo todo en una guerra total. En cambio, Xi Jinping probablemente busque estabilizar la economía y reforzar el ejército, preparando el terreno para un futuro enfrentamiento, pero sin un conflicto directo ahora.
El nivel de riesgo estratégico de un ataque directo contra Taiwán sigue siendo extremadamente alto. Una invasión a gran escala casi con toda seguridad provocaría un choque económico global, desde la interrupción de rutas marítimas críticas hasta un golpe devastador para la industria mundial de semiconductores. Un conflicto militar con Taiwán inevitablemente arrastraría a Estados Unidos y sus aliados, amenazando con un enfrentamiento directo entre potencias nucleares. Pekín es consciente de que repetir en Asia un escenario similar al de la guerra de Rusia contra Ucrania llevaría a sanciones devastadoras de Occidente, para las que la economía china no está preparada. Según los expertos, China aún no ha alcanzado una ventaja militar decisiva para una operación anfibia exitosa contra Taiwán. A pesar de la rápida modernización del EPL, persisten carencias en la preparación: insuficiente aviación de transporte y medios navales para trasladar tropas a través del estrecho, capacidades limitadas para reparar rápidamente pistas de aterrizaje, problemas en la integración de la flota submarina y retrasos en el adiestramiento de combate de la aviación. También influyen la corrupción y las deficiencias organizativas en el ejército y en la industria de defensa china, que socavan la preparación para el combate, a pesar de los plazos oficiales de finalización de la modernización. Por tanto, incluso con la máxima movilización de fuerzas ahora, Pekín corre el riesgo de fracasar en la operación, lo que significaría no la consolidación, sino, por el contrario, el colapso de la legitimidad del régimen.
Un caza chino J-15 despega del portaaviones “Shandong” durante unos ejercicios alrededor de Taiwán (abril de 2023)
En los próximos años, Xi Jinping probablemente continúe con la política de “presión sin guerra”: reforzará al máximo la presencia militar alrededor de Taiwán, poniendo a prueba la reacción de Estados Unidos y de las propias autoridades de la isla, pero evitando una invasión directa. Pekín buscará forzar a Taipéi a ceder sin combatir, mediante el desgaste (táctica de la “estrategia de la boa constrictora”, en la que la tensión constante debe obligar a Taiwán a capitular). Si este cálculo no funciona y la dinámica interna y externa para la RPC empeora, por ejemplo, con el aumento de los sentimientos proindependentistas en Taiwán o la ampliación de la ayuda militar a la isla por parte de Occidente, el riesgo de una opción de fuerza a finales de la década de 2020 aumentará. El punto de referencia es el año 2027, fecha del próximo XXI Congreso del PCCh, en el que Xi podría reclamar un inédito cuarto mandato. Para entonces, evidentemente, querrá tener logros claros en la cuestión taiwanesa o, al menos, preparar al máximo al país para un posible conflicto.
Consecuencias para Ucrania
El fortalecimiento del tándem autoritario Pekín-Moscú se manifiesta cada vez con mayor claridad en el plano geopolítico. China ha invertido de facto en el régimen de Putin, asegurando la retaguardia económica de Rusia en la guerra contra Ucrania. En tres años de guerra, Pekín ha aumentado la compra de recursos energéticos rusos y el suministro de bienes de importancia crítica —desde microchips hasta maquinaria— ayudando al Kremlin a resistir la presión de las sanciones. La cuota de China en el comercio exterior de la Federación Rusa ha crecido hasta un tercio, lo que ha hecho a Moscú económicamente dependiente del gigante asiático. Políticamente, Xi Jinping ha demostrado en repetidas ocasiones su apoyo a Putin, y también se han intensificado y complicado los ejercicios militares chino-rusos, incluyendo prácticas de coordinación de ataques aéreos y de centros de mando de ambos ejércitos. Para Ucrania, este eje de autocracias significa que Rusia no quedará completamente aislada: Putin tiene un socio poderoso, interesado en que el Kremlin no sufra una derrota. La RPC no entra directamente en el conflicto, pero su “neutralidad” favorece de hecho al agresor, ya que el prolongamiento de la guerra desgasta a Occidente y desvía recursos de Estados Unidos y Europa. Pekín no busca una paz rápida en condiciones que debiliten a Moscú, ya que la continuación de la guerra le beneficia: ata de manos a Occidente en Europa y aumenta la dependencia de Rusia hacia China.
Asimismo, la concentración de poder de Xi hace que la política exterior de la RPC sea más previsiblemente prorrusa desde el punto de vista de Ucrania. Si antes en China existían debates internos encubiertos entre las élites promercado y los ideólogos del partido sobre la conveniencia de acercarse a Rusia, ahora cualquier resistencia interna a la línea de Xi está prácticamente anulada. La cúpula china está consolidada en torno al líder. En cambio, prevalece una estrategia de confrontación con Estados Unidos, en la que Rusia se considera un socio necesario en la coalición antioccidental. Para Ucrania, esto significa que las esperanzas de alejar a Pekín del apoyo a Moscú son mínimas. Al mismo tiempo, Pekín ha establecido “líneas rojas” para el Kremlin: la dirección china ha dejado claro que se opone al uso de armas nucleares en Ucrania y a que el Kremlin avive conflictos adicionales en Asia Central. Pero estas limitaciones son suficientes para que China continúe apoyando a Rusia de manera equilibrada, lo justo para que siga combatiendo, pero sin dar pasos que puedan perjudicar los intereses del propio Pekín.
El presidente de Rusia V. Putin y el presidente de la RPC Xi Jinping durante una reunión en Pekín (octubre de 2023)
Ucrania necesita actuar de manera proactiva, fortaleciendo alianzas, buscando nuevos puntos de apoyo fuera del Occidente tradicional y preparándose para posibles sacudidas en la arena internacional. El pueblo ucraniano ya ha demostrado su capacidad de resistir a un enemigo formidable; ahora es crucial garantizar que el apoyo mundial no se debilite ni siquiera en tiempos turbulentos, cuando se decide el futuro no solo de Ucrania, sino también de los principios fundamentales del orden internacional. Mantener la resiliencia y la unidad del mundo democrático será la mejor garantía de seguridad para Ucrania frente a nuevos desafíos.
Artículo analítico preparado por Kateryna Vodzinska, experta del centro de estudios Resurgam en Asia Sudoriental y China.
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