Triunfo en lugar de derrota. Cómo el partido de Maia Sandu logró ganar las elecciones parlamentarias en Moldavia
Photo: AP/Vadim Ghirda
Para sorpresa de muchos, las previsiones resultaron erróneas. El partido PAS obtuvo por segunda vez la mayoría absoluta en el Parlamento, lo que supuso un triunfo político interno para la presidenta Maia Sandu y una importante señal geopolítica de que las fuerzas democráticas pueden ganar incluso ante una injerencia masiva de Rusia en las elecciones. Pero ¿por qué las previsiones fueron erróneas?
Expectativa de derrota: pronósticos pesimistas de los analistas
En vísperas de las elecciones, el panorama sociológico era poco alentador para el gobierno. La encuesta del instituto iData registraba un 34,7% de apoyo al PAS frente al 36% del bloque prorruso. CBS Research otorgaba al PAS un 48,7%: formalmente una mayoría, pero insuficiente para gobernar en solitario. La gran cantidad de votantes indecisos añadía imprevisibilidad al proceso, ya que podían alterar radicalmente el equilibrio de fuerzas.
El pesimismo de los analistas tenía fundamento, ya que los ciudadanos moldavos habían sufrido un fuerte choque económico debido al aumento del 75% en las tarifas eléctricas tras romper la dependencia energética de Rusia. La interrupción del suministro de gas a Transnistria en enero de 2025 solo agravó la crisis, aumentando el descontento económico.
En este contexto se intensificó el llamado “cansancio de las reformas”. A pesar de las declaraciones sobre la lucha contra la corrupción y las reformas judiciales, a mediados de 2025 no se había dictado ninguna sentencia resonante contra altos funcionarios. Los votantes veían promesas, pero no resultados. Todo ello creó el terreno propicio para un posible regreso de las fuerzas prorrusas, como ocurrió en Georgia.
La máquina híbrida rusa a plena potencia
La injerencia del Kremlin en la campaña electoral superó las peores expectativas. Entre las elecciones de 2024 y 2025, Moscú renovó por completo su táctica de influencia, sustituyendo las transferencias directas a través de Promsvyazbank —que gestionaba más de 138.000 cuentas— por un sofisticado sistema digital. El principal instrumento fue la aplicación Taito, mediante la cual se coordinaba la actividad de 242 “activistas principales”, que recibían formación en línea y un pago mensual de 850 dólares en criptomoneda. El volumen total de financiación, estimado en 100 millones de euros, garantizaba el anonimato y hacía casi imposible rastrear las transacciones.
Simultáneamente se desató una oleada de ciberataques contra los sistemas gubernamentales, incluida la infraestructura de la Comisión Electoral Central. Solo en 2025 se registraron más de mil intentos de hackeo. En el espacio mediático se desarrolló una campaña de descrédito en la que al gobierno de Maia Sandu se le presentaba como una “dictadura” y la integración europea como un “camino hacia el colapso económico”.
Una característica del nuevo enfoque fue la táctica de la “multiplicidad”. El Kremlin abandonó la apuesta por una sola fuerza poderosa y, en su lugar, apoyó a varios partidos especializados en regiones o grupos sociales concretos: Gagauzia, la población rusoparlante y los pensionistas. En las elecciones de 2024, Moscú apoyó simultáneamente a varios candidatos —Renato Usatîi, Irina Vlah, Victoria Furtună y Vasile Tarlev— y en las parlamentarias aplicó la misma estrategia. Esto dificultó la respuesta, ya que bloquear decenas de estructuras al mismo tiempo habría parecido una “represión masiva de la oposición”. Así, muchos partidos cumplían una función técnica, dispersando votos y creando “cestas de reserva” que mantenían la influencia de Moscú incluso tras la prohibición de determinadas fuerzas.
El toque final del plan ruso fue la organización de disturbios callejeros. En vísperas del día de las elecciones, la policía llevó a cabo cientos de registros y descubrió pruebas de la preparación de manifestaciones masivas con la participación de grupos procedentes de Transnistria. Entre los detenidos se incautaron fuegos artificiales y cócteles molotov destinados a crear caos y una imagen de “levantamiento popular”.
Estrategia de la victoria: cómo Sandu superó los pronósticos pesimistas
A pesar de las sombrías previsiones y de los intentos de Moscú por sabotear las elecciones, el gobierno moldavo desarrolló una estrategia integral que combinó herramientas tradicionales de campaña con mecanismos innovadores para contrarrestar las amenazas híbridas. Gracias a esta combinación, el PAS no solo mantuvo sus posiciones, sino que logró una victoria convincente, obteniendo el 50,16% de los votos (55 escaños de 101).
El primer factor importante fue la movilización estratégica de la diáspora. En el extranjero votaron unos 280.000 ciudadanos moldavos, y más del 82% de ellos apoyaron el rumbo proeuropeo. Esto fue posible gracias a una red ampliada de colegios electorales: 301 en total, setenta más que en las anteriores elecciones presidenciales. La mayoría de ellos estaban ubicados en países de la UE: 75 en Italia, 36 en Alemania y 26 en Francia. En Rusia solo funcionaron dos.
El Gobierno explicó esta decisión por motivos de seguridad y por el hecho de que la mayor parte de la diáspora moldava reside precisamente en la UE. Representan alrededor del 8% del electorado total, personas que han experimentado en primera persona las ventajas de la integración europea. El escaneo digital aceleró el proceso de votación, y los votos de la diáspora proeuropea, que llegaron al final, redujeron gradualmente la tensión y confirmaron el rumbo del país.
El segundo factor fue el apoyo de los socios occidentales. La UE y Estados Unidos brindaron ayuda financiera, política y técnica. Especialmente simbólica fue la celebración del Día de la Independencia de Moldavia con la participación de los líderes del Triángulo de Weimar, lo que elevó el estatus internacional del país y reforzó la posición de la presidenta Sandu.
El tercer factor fue la exposición sistemática de la injerencia extranjera. El Gobierno moldavo documentó y publicó abiertamente las pruebas de las operaciones de influencia rusas. La Comisión Electoral Central excluyó de la contienda a tres partidos prorrusos por financiación ilegal. En julio fue prohibido el bloque “Victoria” de Ilan Shor, que abiertamente pedía la “unión con Rusia”. En septiembre salieron de la carrera otros dos partidos: “Gran Moldavia” de Victoria Furtună, que exigía la devolución del Budjak ucraniano y ocultó 229.636 lei de gastos ilegales, y “Corazón de Moldavia” de Irina Vlah, descubierta recibiendo financiación desde Rusia.
La exclusión de “Corazón de Moldavia” alteró los planes del bloque prorruso en un momento crítico: el “Bloque Patriótico” se vio obligado a reestructurar apresuradamente la campaña, rehaciendo las listas y buscando nuevos lugares para sus candidatos.
Como resultado, el “Bloque Patriótico” obtuvo el 24,17% de los votos, el bloque “Alternativa” alrededor del 8% y el partido “Nuestro Hogar” un 6,3%. En lugar de movilizar a los votantes, la oposición dedicó los últimos días a resolver cuestiones internas, lo que afectó negativamente a la eficacia de sus acciones.
Asimismo, las decisiones del Gobierno recibieron apoyo internacional mediante sanciones coordinadas. La UE, Canadá, Suiza, Polonia, Letonia y Estonia impusieron restricciones contra las líderes prorrusas. El 20 de septiembre, Ucrania se unió al frente de sanciones: el presidente Zelenski impuso sanciones de 10 años contra 11 políticos moldavos, congelando sus activos y prohibiendo sus operaciones financieras. Al mismo tiempo, esto les privó del acceso a recursos clave en un momento crítico de la campaña, reduciendo significativamente su capacidad de influir en las elecciones.
Sin embargo, la tensión siguió aumentando a raíz de otros acontecimientos. Pocos días antes de la votación, la policía descubrió en una imprenta 200 papeletas destinadas a un “sistema de carrusel” del bloque prorruso “Alternativa”, mediante el cual una misma persona vota varias veces en distintos colegios.
Al mismo tiempo, la extradición de Vladímir Plahotniuc dio a Maia Sandu importantes puntos políticos, convirtiéndose no solo en un paso judicial, sino también en una poderosa señal para la sociedad. El nombre del oligarca está estrechamente asociado al mayor escándalo financiero del país, “el robo del siglo”. En 2014, Plahotniuc y su entorno sustrajeron más de mil millones de dólares del sistema bancario moldavo, lo que representaba el 12% del PIB del país. Este robo afectó a todos los ciudadanos, y sus consecuencias aún se sienten en la economía. El arresto de Plahotniuc impulsó la movilización del electorado proeuropeo y fortaleció la confianza en el Gobierno entre los que antes dudaban.
Otro factor de la victoria fue la diferencia en la participación electoral. En las regiones donde Sandu ganó el año pasado, la participación se mantuvo aproximadamente al nivel de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. En cambio, en las regiones tradicionalmente opositoras, la participación cayó entre un 3% y un 4%. Este descenso fue especialmente notable en Gagauzia: un 45,3% en las parlamentarias frente al 51,9% en las presidenciales.
Además, el Gobierno limitó la participación de los votantes de la región ocupada por Rusia, Transnistria. Dos días antes de las elecciones, la CEC trasladó los colegios clave a decenas de kilómetros de su ubicación habitual, haciéndolos inaccesibles para la mayoría de los votantes. En los colegios que permanecieron en su lugar, el día de la votación se dificultó el acceso debido a avisos de minas en los puentes sobre el Dniéster. Solo 12.000 personas participaron en la votación, de un total de unos 270.000 votantes registrados.
Otro factor fueron los resultados concretos de la integración europea. El PAS podía apoyarse en logros reales: en 2025 el país recibió 300 millones de euros de la UE, se anunció un plan trienal de crecimiento económico por 1.900 millones de euros, se completaron proyectos energéticos para la conexión con el mercado eléctrico rumano y, a partir del 1 de enero de 2026, está previsto eliminar el roaming con la UE.
El factor ucraniano: el arquitecto de la seguridad
Ucrania ayudó activamente a proteger la democracia del país vecino, actuando con delicadeza pero de forma eficaz en varios niveles al mismo tiempo. Tras el chantaje energético de Rusia en enero de 2025, cuando se cortó el gas a Transnistria, Sandu visitó urgentemente Kiev y acordó recibir apoyo. Rumanía asumió el suministro principal de electricidad, que representó el 62% de las importaciones, Ucrania ayudó con envíos nocturnos de “Energoatom”, y los operadores europeos de redes eléctricas crearon un mecanismo especial de importación. Esta alianza regional salvó a Moldavia del colapso energético.
El carácter sistemático del apoyo también se manifestó a nivel político. El 11 de junio de 2025 se celebró en Odesa la primera cumbre de los presidentes de Ucrania, Moldavia y Rumanía, donde se reafirmó el rumbo hacia la integración europea y la resistencia conjunta a los intentos rusos de desestabilizar el país. Más tarde, el 8 de agosto, los ministros de Asuntos Exteriores firmaron un acuerdo para profundizar la cooperación en la lucha contra las amenazas híbridas, creando una Alianza Cibernética Trilateral y un Centro de Lucha contra las Amenazas Híbridas en Odesa, lo que convirtió el formato en una herramienta eficaz de seguridad regional.
Una parte especialmente importante fue el intercambio de inteligencia y el apoyo experto. Gracias a la ayuda de Ucrania, Moldavia recibió información crítica sobre los planes de desestabilización y aprendió métodos eficaces para contrarrestar la compra de votos, la desinformación y los ciberataques. Las prácticas en organismos ucranianos especializados permitieron a los servicios moldavos adquirir habilidades prácticas para combatir las amenazas híbridas, aumentando la capacidad del Estado para responder eficazmente a los riesgos en un contexto de campaña electoral.
Lecciones y desafíos del futuro
Las elecciones moldavas demostraron el nacimiento de un nuevo modelo de seguridad regional en Europa del Este: un sistema coordinado de resistencia a las amenazas híbridas. El formato trilateral Ucrania-Moldavia-Rumanía se está convirtiendo en una herramienta real en la que cada país aporta una contribución única: Ucrania ofrece su experiencia en la lucha contra la agresión rusa, Rumanía proporciona acceso a la UE y a la OTAN, y Moldavia demuestra su determinación para defender su elección europea.
Para Ucrania, la victoria tiene una importancia estratégica directa. El mantenimiento de una mayoría parlamentaria proeuropea neutraliza un vector clave de la estrategia híbrida rusa: el uso de Transnistria y Gagauzia como instrumentos de presión sobre las fronteras suroccidentales. Una Moldavia estable preserva un corredor de transporte crítico a través de Rumanía, una de las pocas rutas seguras de conexión con la UE. Al mismo tiempo, la experiencia moldava demuestra la posibilidad de una política regional eficaz incluso durante una guerra a gran escala y confirma que la seguridad depende no solo del poder militar, sino también de la estabilidad de los procesos democráticos.
Mantener el rumbo de integración europea de Moldavia tiene una importancia directa para Ucrania en el contexto de las negociaciones sobre su adhesión a la UE. Ambos países obtuvieron el estatus de candidatos en junio de 2022 y actualmente avanzan por caminos paralelos. Este enfoque sincronizado refuerza sus posiciones negociadoras y aumenta el peso de sus argumentos a favor de la ampliación de la Unión Europea hacia el este.
El fracaso de los planes rusos en Moldavia tiene una resonancia estratégica para toda la región. Durante muchos años, Moscú intentó crear un “cinturón de inestabilidad” alrededor de Ucrania, influyendo en las elecciones de los países de Europa Central y del Este. La victoria de las fuerzas proeuropeas en Chisináu destruyó esta estrategia.
Sin embargo, la victoria es solo una etapa de una larga lucha. Rusia continuará intentando desestabilizar mediante la presión económica y el apoyo a la oposición, y el principal desafío para el gobierno de Sandu será cumplir sus promesas para evitar la “fatiga reformista”.
Artículo analítico preparado por Diana Lebed, observadora política de Moldavia, especialmente para la comunidad internacional de información y análisis Resurgam.
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