¿Cómo se deshace la Unión Europea de la dependencia energética de Rusia?
Hasta 2022, la Unión Europea había construido de facto su seguridad energética sobre la dependencia de los recursos rusos. Durante décadas, el petróleo, el gas y el carbón procedentes de la Federación Rusa fueron un elemento inseparable del equilibrio energético europeo, y las principales rutas de suministro eran los gasoductos “Nord Stream 1”, “Yamal-Europa”, el tránsito por Ucrania, el “Turkish Stream” y el oleoducto “Druzhba”.
A 2021, la Federación Rusa proporcionaba a Europa alrededor del 40% del gas importado, más de una cuarta parte del petróleo y más de la mitad del carbón. En algunos países de Europa Central y Oriental, la dependencia del gas ruso alcanzaba el 80–100%. “Rosatom” mantenía posiciones clave en el suministro de combustible nuclear y en la construcción de centrales nucleares en varios Estados miembros de la UE. Este modelo garantizaba volúmenes estables y precios competitivos, considerados durante años como la solución óptima. Al mismo tiempo, generaba una vulnerabilidad estratégica: una parte significativa de los Estados miembros dependía de un único proveedor que había utilizado en repetidas ocasiones los recursos energéticos como instrumento político.
La invasión a gran escala de Rusia contra Ucrania planteó a la UE un dilema claro: mantener la dependencia y financiar de facto al agresor, o desmantelar un sistema energético que llevaba medio siglo en construcción. Pero el problema no radicaba únicamente en la complejidad técnica de sustituir de forma abrupta las enormes cantidades de gas, petróleo y carbón rusos que alimentaban la energía europea desde hacía décadas, sino también en que cualquier retraso implicaría no solo pérdidas económicas, sino una amenaza directa a la unidad política y la seguridad del continente.
En respuesta a la invasión rusa a gran escala contra Ucrania y a la escalada del chantaje energético, la Unión Europea puso en marcha el plan REPowerEU en mayo de 2022, que en 2025 evolucionó hacia una hoja de ruta plenamente desarrollada con plazos concretos: el abandono total de las importaciones de combustibles fósiles rusos para finales de 2027. Este giro estratégico, respaldado por el 19º paquete de sanciones del 23 de octubre de 2025, no solo está desmantelando la antigua dependencia, sino que convierte la crisis energética en un catalizador de la transición ecológica, donde la diversificación de fuentes, el ahorro y las energías renovables se convierten en pilares de la nueva arquitectura de seguridad.
En tres años y medio de guerra, la UE redujo las importaciones de gas ruso (por tubería y GNL) del 45% en 2021 al 13% en el segundo trimestre de 2025. Esta dinámica no solo debilita la base financiera de la agresión rusa, sino que también subraya cómo Europa, pese al aumento de las importaciones de GNL desde Estados Unidos (45% de más de 100 mil millones de m³ en 2024), equilibra entre la sustitución urgente y la sostenibilidad a largo plazo.
Etapas clave de la transformación: del shock a la consolidación legislativa
REPowerEU, como instrumento de resiliencia geoeconómica, se centra en tres pilares: la diversificación acelerada, el desarrollo de la energía verde y el ahorro estricto. La prohibición de la importación de gas ruso (incluido el GNL) se aplica por etapas: desde el 1 de enero de 2026 para los contratos nuevos y de corto plazo (hasta junio de 2026), y desde el 1 de enero de 2028 para los de largo plazo, con excepciones para países sin salida al mar como Hungría y Eslovaquia.
El 19º paquete de sanciones de la UE, aprobado el 23 de octubre de 2025, reforzó significativamente las restricciones en el ámbito energético, introduciendo una prohibición progresiva de la importación de gas natural licuado ruso (GNL). Los contratos de corto plazo (de menos de un año) deberán finalizarse en un plazo de seis meses desde la entrada en vigor del paquete —es decir, antes del 25 de abril de 2026—, mientras que los acuerdos de largo plazo (de más de un año, firmados antes del 17 de junio de 2025) seguirán vigentes hasta el 1 de enero de 2027, un año antes de lo previsto inicialmente por REPowerEU.
El paquete también amplía la prohibición de transacciones con las principales empresas petroleras rusas “Rosneft” y “Gazprom Neft”, incluye a las refinerías de Tatarstán y sanciona a intermediarios chinos —dos firmas petroleras de Hong Kong y los EAU que compran crudo ruso—. Además, se intensifica la lucha contra la “flota en la sombra”: 117 nuevos buques (557 en total) tienen prohibido entrar en los puertos de la UE, y también se restringen los servicios de transporte marítimo, incluidos los de seguros y corretaje, para impedir esquemas de evasión. Estas medidas se complementan con un nuevo mecanismo de supervisión.
Ucrania, por su parte, interrumpió el tránsito de gas ruso en enero de 2025, lo que supuso el golpe final al antiguo modelo, pero también un desafío para la UE: la pérdida de 15 mil millones de m³ anuales obligó a acelerar la construcción de infraestructura de GNL —las capacidades aumentaron en 70 mil millones de m³ en 2023–2024, con planes de +60 mil millones de m³ adicionales para 2030.
En cambio, ya en la primera mitad de 2025 la estructura de importación de gas cambió de forma radical: Noruega suministró el 55% del gas por tubería, Argelia el 19%, Rusia solo el 10% (a través del “Turkish Stream”), y Estados Unidos el 27% de las importaciones totales gracias al GNL, duplicando los suministros en comparación con 2021.
Esta transformación fue posible gracias a la incorporación sistemática de tres fuentes alternativas clave de otras regiones, en particular:
África del Norte: exportación de gas desde Argelia a Italia (hasta 10 mil millones de m³ anuales) y un nuevo centro de GNL en Egipto (+9 mil millones de m³ desde 2021).
Azerbaiyán: 11,4 mil millones de m³ de gas por tubería en 2024, con un plan de crecimiento hasta 20 mil millones de m³ para 2027 a través del Southern Gas Corridor.
Oriente Medio (principalmente Catar): 5% de GNL, junto con inversiones simultáneas en futuros “corredores verdes” de hidrógeno.
Así, en tres años, regiones proveedoras como el Norte de África, Azerbaiyán y Oriente Medio —junto con Noruega y Estados Unidos— sustituyeron el 35–40% de los volúmenes rusos anteriores.
Este volumen de sustitución se hizo realidad gracias a inversiones de unos 300 mil millones de euros hasta 2030 en terminales de GNL, la ampliación de gasoductos existentes (TANAP–TAP, Transmed, Greenstream) y contratos bilaterales que combinan seguridad a corto plazo con proyectos “verdes” a largo plazo (hidrógeno del Norte de África, energía solar en Argelia).
Sin embargo, existe una paradoja: a pesar de las sanciones, la importación de GNL ruso aumentó hasta el 16% de las importaciones de GNL en la primera mitad de 2025, con Francia, España, los Países Bajos y Bélgica como centros clave (con reexportación a Alemania). Dos tercios corresponden a contratos de largo plazo, lo que complica su ruptura, pero la prohibición de los acuerdos spot a partir de 2026 costará a Rusia pérdidas anuales de 5 mil millones de euros.
Por otro lado, la cuota de las fuentes renovables en la generación eléctrica de la UE creció hasta el 47% (con un aumento del 58% de la capacidad instalada de eólica y solar desde 2021), ahorrando más de 38 mil millones de m³ de gas; el ahorro de consumo llegó al 20% desde 2021.
Así, el abandono energético total de la UE respecto a Rusia se convirtió en una de las sanciones más eficaces contra el agresor, que sufre daños sistémicos debido a la pérdida definitiva del mercado más grande y rentable del continente europeo. Y la independencia energética europea no solo debilita definitivamente al agresor, sino que también devuelve a Ucrania su papel natural de socio energético fiable de la Europa unida. Tras la reconstrucción del sistema energético destruido por los ataques rusos, el país podrá volver a exportar electricidad limpia (como antes de 2022), así como convertirse en un corredor de tránsito moderno y seguro para el gas del Caspio procedente de Azerbaiyán.
En este escenario, Ucrania deja de ser únicamente un “tubo de tránsito” de herencia soviética y se transforma en un participante de pleno derecho del nuevo mapa energético europeo, con su propia generación, fuentes renovables y rutas diversificadas que refuerzan la seguridad de todo el continente.
Por último, cabe señalar que el volumen principal de sustitución de los recursos energéticos rusos se garantizó gracias a la firma de contratos de suministro de GNL a medio plazo con los gobiernos de otros países productores de gas, con un periodo de ejecución de 12–24 meses.
Por ello, las instituciones europeas deberían abandonar la idea de concentrar todos los esfuerzos y recursos en un solo gran proyecto “insignia” (por ejemplo, un único y gigantesco terminal fijo de GNL o un nuevo gasoducto troncal). En cambio, deberían poner en marcha simultáneamente entre 10 y 20 proyectos relativamente pequeños, cuyo criterio principal y único de selección debe ser la velocidad de puesta en funcionamiento —hasta 24 meses—.
El abandono energético de Rusia se convirtió en la sanción más eficaz y, al mismo tiempo, en un catalizador de la transformación verde de Europa. Por eso, después de 2027, cualquier intento de reanudar la importación de recursos energéticos rusos debe considerarse directamente como un debilitamiento de las sanciones y una cofinanciación de la agresión. Esto debe quedar claramente fijado en las estrategias de seguridad y en los acuerdos internacionales, para impedir un retroceso político incluso ante un cambio de gobierno o de contexto geopolítico.
El artículo analítico fue preparado por Nikita Nosik, pasante del think tank Resurgam
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